Estaba en la otra punta de la habitación y el calor de la casa me parecía una metáfora de la tensión entre nosotros, del embrollo espinoso de sentimientos que me había dejado aquel día. Rabia contra todos los padres rotos, pena porque ellos también debieron de sentirse como niños, indefensos, sin saber cómo tomar las decisiones correctas, aterrorizados por si tomaban las erróneas.