El canto de la salamandra

QUIERO SER DE una pieza, sin transacciones, refugios, limitaciones ni engaños. Resistió por conseguirlo las tentaciones más sugestivas. Cerró los ojos a las mil ventajas de una vida congruente. Prefirió no ser totalmente a ser en partes. Perseguía el imposible de lograr, con voluntad de hombre, alma de mujer.

Diez mujeres flacas hacen una gorda, pero una sola gorda hace salir el sol.

Volver todo a su sitio fue relativamente fácil. Los tendones y los huesos conservaban cierta memoria de su sitio; las entrañas hallaron sin esfuerzo un equilibrio aceptable; la sangre encontró a ciegas caminos conocidos. ¡Pero la piel! Tú lo sabes. La piel esa de zafiros, de lirios, de luces que me pusiste, ésa no me la pude quitar.

Dos puntos que se atraen, no tienen por qué elegir forzosamente la recta. Claro que es el procedimiento más corto. Pero hay quienes prefieren el infinito.

como el tiempo es el único y último juez, él se encargará de dejarme o de excluirme

creó una impronta también en las manifestaciones literarias del grupo ateneísta

En México las variantes de lo ultracorto son difícilmente apreciables, como florecieron en una época —finales del siglo XIX y principios del XX— en que la cultura grecolatina estigmatizaba los libros de los miembros del Ateneo de la Juventud (Alfonso Reyes, Pedro Henríquez Ureña, Julio Torri, Mariano Silva y Aceves, José Vasconcelos, etcétera), poesía, pensamiento y narración estuvieron ligados estrechamente. Se leía a Homero o Sófocles como a Heráclito, Aristóteles y Platón, pero también a Marcial, Propercio y Esopo —y aquí hagamos un guiño con Monterroso y Arreola—. No sólo eso, también entraron en México, como una tromba, las vanguardias literarias que, mezcladas con la cultura clásica y toda la vertiente nacionalista del siglo XIX, dieron una amalgama de expresiones y voces literarias muy genuinas

os nuevos escritores (Fernández, Eudave, Muñoz Vargas, Chimal, Avilés) se van integrando,

Salvador Elizondo, Felipe Garrido, Guillermo Samperio y René Avilés Fabila.

cuatro vigas (Campobello y Tario, Arreola y Monterroso)