Puedo dejarlo y puedo aprovechar, puedo pagarle a una mujer para que críe a Pedro conmigo –con nosotros–, para dejarle las partes más pesadas del bebé, para que me ayude a ahuyentar el llanto y el agotamiento, para que me permita ensimismarme de a ratos y no perderme de vista, para cumplirme el deseo de que Pedro tenga brazos cada vez que lo pide, nanas a la hora de dormir y paciencia infinita.