En nuestra literatura gótica rural no hay castillos en decadencia
ni grandes mansiones deterioradas; ese lugar, en cambio, es ocupado por los espacios naturales, salvajes y violentos: lo natural-extraño o la naturaleza weird. Si, como dijo Ricardo Piglia,
lo único verdaderamente antiguo en el Nuevo Mundo es la selva,
entonces la novela gótica americana debe buscar sus imágenes
terroríficas en nuestro patrimonio más arcaico: la selva, el desierto,
la llanura pampeana y sus habitantes, que se transforman en los
reemplazantes de los castillos, los nobles y las doncellas del gótico
europeo. El encuentro de los personajes con la naturaleza no domesticada por el ser humano se convierte en una experiencia
religiosa, compleja, una conexión con lo divino, pero también con lo desconocido, lo incomprensible. (…)
La propuesta de esta antología es presentar un panorama actual,
un bestiario de autores y autoras —algunos ya consagrados, otros
emergentes— que a su manera se apropian de este imaginario y lo
llevan a nuevas dimensiones literarias…