La respuesta de Aristóteles está contenida en una definición que constituye una de las prestaciones más sutiles de su genio filosófico y que, como tal, muchas veces ha sido malinterpretada: “Es potente aquello por lo cual, cuando se realiza el acto del que se dice que tiene la potencia, no habrá nada potente de no ser” (Met. 1047a, 24-26). Las últimas tres palabras de la definición [oudèn éstai adýnaton] no significan, según la lectura usual que vuelve la definición completamente trivial, “no habrá nada imposible” (es decir, es posible lo que no es imposible), más bien ellas establecen la condición en la que la potencia, que puede tanto ser como no ser, puede realizarse.