Cortés, como transportado por la presencia de un emperador de verdad, de un personaje como de las novelas de caballerías que tanto disfrutaba, trató de abrazarlo.
Los capitanes saltaron al unísono para matarlo. Uno, más joven, que luego les presentaron como general y nuero del emperador, llegó primero y le habría cortado la yugular de un mordisco si el alcalde, siempre un paso atrás de Moctezuma, no se hubiera interpuesto para llevar al capitán general de vuelta a su caballo y sugerirle con gestos que lo montara de nuevo. Antes de que lo hiciera, Moctezuma le dijo, a través de los traductores: Disculpa al general Cuauhtémoc, todavía es muy joven, así que es tan amante de las flores que a veces las corta demasiado rápido por la urgencia de olerlas. Cortés o no entendió o no se dio por aludido.