Frente a la proclamación unilateral de una Jerusalén "única e indivisible" por parte del Estado de Israel o de «capital eterna del pueblo judío», como reconoció Donald Trump en sus polémicas declaraciones, tres realidades incompatibles separan Jerusalén, donde lo “eterno” religioso y lo “temporal” laico se contradicen: la devota “ciudad santa” a la que aspiran los judíos religiosos, la “ciudad mundana” impulsada por los judíos laicos y la «medina islámica” en la que reza la población árabe. Dividida por barreras étnicas, religiosas, nacionales, socioeconómicas, culturales y lingüísticas, sin un mínimo denominador común entre sus partes, Jerusalén es, más que una “ciudad”, una “no-ciudad”, y, lejos de ser un ejemplo de multiculturalidad, se ha convertido en «un laboratorio de segregación urbana”. Este libro se centra en la incompatibilidad entre la parte israelí y palestina de la ciudad, y trata de esclarecer las condiciones en que hoy, más de medio siglo después, se perpetúa la ocupación de Israel en Jerusalén Oriental. Es fácil reconocer su cara visible en los episodios de violencia más cruda: en los muertos y heridos, las demoliciones de casas o los brutales controles policiales. Sin embargo, la ocupación también ha ido adquiriendo un carácter oculto y subliminal, en la medida en que las formas de coerción, discriminación y exclusión se han ido normalizando e integrando en la vida cotidiana tanto de los ocupados «los palestinos son el 40 por ciento de la población jerosolimitana” como de los ocupantes, y se ha ido instalando en las formas de gobierno y de gestión urbana, a través de procedimientos supuestamente legales y democráticos. Desde su amplia experiencia como político, funcionario y activista israelí en Jerusalén, Meir Margalit ofrece en este ensayo un minucioso análisis de este fenómeno al que denomina «jerupación”, tratando también de plantear las vías para desmantelarla.