—Listo. Cuando llegue a los tres minutos, puedes relajarte hasta que aterricemos.
—Eres muy dulce, en serio. —Las cubiertas rugieron y el avión comenzó a elevarse debajo de nosotros mientras acelerábamos. Le apreté la mano con tanta fuerza que debí interrumpirle el flujo sanguíneo, pero estaba demasiado ocupada intentando respirar como para sentir un nivel razonable de vergüenza.
—Me han llamado de muchas formas, pero nunca dulce