El mito de la belleza

Los ritos de la belleza

Se estancaría y perdería el grueso de sus anunciantes. Las revistas, de manera consciente o solo a medias, deben proyectar la actitud de que aparentar la verdadera edad es malo, porque 650 millones de dólares de sus ingresos publicitarios provienen de gente que perdería su negocio si la edad ostensible estuviese bien vista.

Para Heyn, el efecto que tiene esta censura con respecto a un tercio del ciclo vital de la mujer está claro: «Hoy en día los lectores no tienen la menor idea de cómo es el rostro de una mujer real de 60 años en una foto impresa porque se le hace aparentar 45. Y lo que es peor, las lectoras de 60 años se miran al espejo y creen que parecen demasiado viejas porque se comparan con alguna cara retocada sonriente que las contempla desde la página de una revista».

Desde este punto de vista, las revistas son instrumentos poderosos para el cambio social

Un hombre que lee Popular Mechanics o Newsweek está hojeando solo una de las innumerables perspectivas que ofrece la cultura general, orientada al hombre, que está en todas partes. La mujer que lee Glamour sostiene entre sus manos la cultura de masas orientada a las mujeres.

No se reconocía aún cuál era el verdadero alcance de las implicaciones políticas derivadas del hecho de que ninguna mujer ni ningún colectivo de mujeres, ya sean amas de casa, prostitutas, astronautas o feministas, puede salir ilesa del imposible escrutinio del mito de la belleza, por lo que la falacia del «divide y vencerás» resultó efectiva.

De alguna manera, en algún lugar, alguien debe de haber pensado que las mujeres van a comprar más si se las mantiene en ese estado de odio hacia sí mismas, de fracaso constante, de hambre y de inseguridad sexual propios de las que aspiran a ser una «belleza».

La definición de perfección, no obstante, cambia según las necesidades de los políticos, de los empresarios y, en la economía de la posguerra, que dependía de un consumo en espiral, de los anunciantes

El mito urge a la mujer a creer que cada cual ha de velar exclusivamente por sí misma

La economía de la cirugía no es un modelo económico de esclavitud, por supuesto, pero al exigir una alteración permanente, dolorosa y arriesgada del cuer­po, constituye, como el tatuaje, la escarificación y el marcaje de otros tiempos y luga­res, una categoría que se encuentra a medio camino entre la esclavitud y el libre mercado