volvió a reír y Eli se preguntó si alguna vez había tenido más poder que en ese momento. ¿Había algo mejor que hacerla sonreír cuando unos instantes antes estaba llorando? Era embriagador. A la mierda la ciencia y las finanzas: este podía ser su trabajo. Podía pasarse los próximos años aprendiendo los recovecos de sus estados de ánimo, estudiando su temperamento, catalogando su disposición según todas las pequeñas idiosincrasias, y, una vez que hubiera acumulado un corpus de investigación decente, su misión y principal fuente de placer sería: hacer feliz a Rue Siebert.