Al igual que en Europa, la nueva regulación de la propiedad de la tierra y los cultivos dio lugar a una redistribución de los medios de producción. Sin embargo, a diferencia de Europa, una proporción mucho mayor de estos medios, como las tierras, las propiedades y la fuerza de trabajo, pasó a manos de unos pocos. La nueva elite dirigente, que consistía sobre todo en grandes terratenientes y productores agrícolas, descubrió que el modo más atractivo de incrementar su capital era a través de la especulación de tierras.