Sin duda alguna, tenía el par de ojos más increíbles que había visto en mi vida.
Tenía el pelo castaño oscuro, largo hasta los codos, grueso y ondulado en las puntas.
Y tras aquel montón de pelo, había una carita redonda, con la piel suave y lisa, y un pequeño hoyuelo en la barbilla.
Unas cejas oscuras y perfectamente delineadas se arqueaban sobre aquellos ojazos. Tenía una naricilla redondeada, pómulos altos y los labios gruesos.
Labios que eran de un color rojizo natural, como si hubiera estado comiéndose un polo o algo así, lo cual sabía que no había hecho porque había pasado la última media hora tratando de mantenerla despierta.