Las chicas eran una jodida complicación que no me hacía ninguna falta; incluso las bajitas con ojazos azules.
Maldita sea, otra vez estaba pensando en sus ojos.
«Todavía tiene tu camiseta», pensé para mí, lo que me entristeció por una razón completamente diferente.
Era nueva y solo la había usado esa vez, joder.
Sin embargo, reconocí a regañadientes que le quedaba mejor a ella.
Podía quedársela.
Solo esperaba que no la tirara.