No se trataba únicamente de escuchar, leer los cuentos o conocerlos, sino de penetrar en ellos y recrearlos, de ser sus autores2. Al mirar en su espejo nuestro interior, era posible generar nuevas respuestas dentro de este espacio lúdico y trascendente de los cuentos. Para ello resultaban fundamentales la originalidad y creatividad que aporta el psicodrama, así como la mirada caleidoscópica de la experiencia grupal, con toda su riqueza vincular y la complementariedad de visiones y vivencias, capaz de recrear las historias de manera original y genuina.