Hoy, multinacionales de la distribución que sobreexplotan a sus trabajadores tienen en sus comedores menús respetuosos con las prohibiciones religiosas alimentarias. Poderosas marcas cuya ropa es fabricada en Bangladés en régimen de semiesclavitud celebran las diferencias raciales en su publicidad. A la par que la brecha salarial de género permanece en la llamada Europa de los derechos, los suplementos de color salmón celebran el incremento de ejecutivas en los consejos de administración. Mientras que homosexuales de clase media alquilan a mujeres de países periféricos para que engendren a sus hijos, en algunos de esos países se persigue la homosexualidad. «La sociedad capitalista relega a sectores enteros de su ciudadanía al vertedero, pero muestra una delicadeza exquisita para no ofender sus convicciones»[18].