—Sin embargo, es verdad que la vejez existe —dije—. Y no es tan divertido decirse que uno está acabado. Puso su mano sobre la mía.
—No te lo digas. Creo que sé por qué fracasaste en ese ensayo. Partiste de una ambición vacía: innovar, superarte. Eso es algo que no perdona. Comprender y hacer comprender a Rousseau, Montesquieu, era un proyecto concreto que te llevó lejos. Si estás en vena otra vez, aún puedes hacer un buen trabajo.