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George Sand

La niña duende

  • Dianela Villicaña Denahas quoted16 hours ago
    Y ¡por qué iba a ser buena chica contigo cuando me dices que soy mala sin que nunca te haya hecho daño! –contestó ella–. ¡Por qué iba a tener buen corazón con dos mielgos que son orgullosos como dos gallos y que nunca han tenido conmigo ni una pizca de amistad!
    –Vamos, Fadette –siguió diciendo Landry–, quieres que te prometa algo; dime enseguida qué te apetece y te lo daré. ¿Quieres mi navaja nueva?
    –¿A ver? –dijo la Fadette saltando como una rana para ponerse a su lado.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Y ¿qué me darás si, antes de que empiece a llover, hago que lo encuentres? –dijo la Fadette, poniéndose de pie en el travesaño de la cerca y moviendo los brazos como si quisiera salir volando.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    –Pues adiós al guapo mielgo sin corazón que deja atrás a su hermano. Por mucho que lo esperes para cenar hoy, ya no lo vas a ver, ni mañana tampoco; porque donde está no se mueve más que una pobre piedra y ya llega la tormenta. Esta noche también habrá árboles en el río, y el río se llevará a Sylvinet tan y tan lejos que nunca más lo volverás a encontrar.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Así pues, el pobre Landry, según se daba la vuelta algo contrariado por que le hubieran pegado en el hombro, vio a la Fadette, y no mucho más allá, a Jeanet, el Saltón, que la seguía, cojeando porque era baldado y patituerto de nacimiento.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Era una niña muy charlatana y muy burlona, vivaracha como una mariposa, curiosa como un petirrojo y negra como un cricrí.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Pero, como uno no es nunca justo cuando deja que los celos se le coman el corazón, cuando Landry iba al Mielgar, le hacía demasiado caso, según él, a su hermanita. Sylvinet le reprochaba que solo se ocupase de ella y no sintiera ya por él sino hastío e indiferencia.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Sylvinet, que de cuerpo y de ideas seguía siendo un niño, mucho más que su hermano, y que no pensaba sino en quererlo solo a él y que él lo quisiera de la misma forma, pretendía que fueran a solas a sus sitios, como él decía, a saber, a los rincones y escondrijos donde se habían entretenido con juegos que ahora no eran ya de su edad: hacer carretillitas de mimbre, o molinitos, o alares para cazar pajarillos, o también casas de guijarros o campos del tamaño de un pañuelo que los niñ
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Sylvinet no quiso oír tal cosa y llegó incluso a considerarla algo muy duro que le decía su hermano; de forma tal que empezó de vez en cuando a no querer verlo y a pasar semanas enteras sin ir a La Priche, aunque se moría de ganas de hacerlo, pero se lo prohibía a sí mismo y le echaba orgullo a algo en lo que nunca debería haber entrado ni una pizca.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    sino que en el fondo de todas esas palabras vanas había, por una parte, el niño que estaba contento de trabajar y de vivir en cualquier sitio y como fuera y, por otra, el otro niño, el que no podía entender que su hermano disfrutara, separado de él, ni de un momento de agrado y de tranquilidad.
  • Dianela Villicaña Denahas quoted3 days ago
    Landry entendió, y quiso hacerle entender, que el apego, a fuerza de ser mucho, puede a veces convertirse en un ma
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