En la obra El taller del orfebre (publicada por el joven obispo Wojtyla en 1960 con el seudónimo de Andrzej Jawień) el tema ya está presente y bien enfocado. La representación teatral describe a tres parejas. Dos de ellas son las de los padres, la tercera es la de sus dos hijos que van a visitar al orfebre –que, en realidad, es Dios– para comprar las alianzas de boda. En sus familias de origen el amor de pareja ha muerto porque en una de ellas el marido ha muerto, mientras que en la otra los dos esposos ya no se aman. Esto explica por qué sus hijos están inseguros –como les sucede a muchos jóvenes hoy en día– con respecto a la decisión de dar el paso del matrimonio. Sin embargo, en un momento dado, el joven sale con esta expresión: «El amor es un continuo desafío que nos lanza Dios, y lo hace, tal vez, para que nosotros desafiemos también el destino» [19]. ¿No es acaso una extraordinaria metáfora de lo que es la libertad, es decir, la posibilidad de desafiar el destino, que es la adhesión conformista a lo que parece inevitable? Pero implica una tarea inderogable: actuar a la altura de la dignidad personal, poniendo de este modo en práctica la libertad por lo que ella es.