Frente al discurso pesimista, la indolencia, el nihilismo, la pereza, el cinismo, el análisis banal o la apología de la resignación, la experiencia y el mensaje de Viktor Frankl se hacen hoy más necesarios que nunca, sesenta años después de aquella terrible situación para la humanidad. Ya entonces el doctor Frankl defendía que lo que verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida, ya que en realidad no importa que no esperemos nada de ella, porque que es ella quien espera algo de nosotros, y esta respuesta no tiene que estar hecha de palabras ni de meditación, sino de una acción coherente basada en el compromiso con el otro, en el bien común. En última instancia, repite Viktor Frankl a lo largo de su obra, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas que la vida asigna continuamente a cada individuo.