En noviembre, mientras la ciudad se sumía en la violencia, Lauterpacht dejó las barricadas para sentarse en aquella aula, y durante ese mes el poder estuvo cambiando cada semana, pasando de los austrohúngaros a los polacos, luego a los ucranianos y luego de nuevo a los polacos. Mientras la ciudad cambiaba de manos, el profesor Makarewicz siguió enseñando el derecho penal de un imperio que había dejado de existir.