Maciel sabía que un día se le acabarían los enemigos. La eterna batalla con los rojos no duraría eternamente. Y con su proverbial sentido empresarial de la Iglesia, decidió que la enseñanza iba a ser su máquina de hacer dinero y ganar influencia. Una educación enfocada descaradamente a los ricos. Según un discurso suyo a la cúpula dirigente en 1992: «Desde un inicio, de modo casi instintivo, y sin duda asistido por el Espíritu Santo, busqué el apoyo y la colaboración de grandes líderes, lo cual posibilitó muchos de los pasos que la Legión fue dando desde entonces. Luego, una vez visto claramente que ése es el camino específico del apostolado de la congregación, he insistido permanentemente, de modo especial en los últimos años, para que todos los legionarios actúen de acuerdo con él. Hay que buscar a los líderes, identificarlos, acercarse a ellos, ganar su simpatía y confianza,