Les odiaba profundamente. En un momento en que los jesuitas apostaban por los pobres y los oprimidos, repudiaban a los poderosos, luchaban por la inculturación, por zambullirse en otras culturas, ideologías y religiones, en que la biblioteca de su Universidad Gregoriana, en Roma, tenía la mejor bibliografía sobre el marxismo del mundo, Maciel maniobraba para ocupar los huecos que la Compañía iba dejando libres en los centros de poder.