A primera vista, un desastre económico no se parece en nada a un desastre natural. Lo que se quiebra es algo inmaterial, abstracto, pero sus consecuencias son más que tangibles: crea penuria, escasez, situaciones de emergencia, altera el tejido cotidiano de la vida, hace que la gente se una de maneras inesperadas, desencadena cambios en el statu quo y a menudo promueve acciones colectivas.