La eficacia del proceso se basaba en la posibilidad de ser víctima en cualquier momento, de anular la duda e infundir una pauta de pensamiento y actuación totalmente inflexible en su propia coherencia. Transformaron la muerte en un acto anónimo y sin sentido, producto final de un proceso destinado metódicamente a matar la humanidad de las víctimas, a despersonalizarlas