La luna teje su encaje entre el encinar dormido; dialoga el viento cantando y las estrellas sonríen. No dejes caer tu hacha sobre el encinar, amigo. ¿Qué haría tu corazón con tanto pájaro herido? ¿Por dónde patinaría el gusano al mediodía y en qué raíz poderosa se hospedaría la lluvia? No dejes caer tu hacha que secarías las estrellas, enmudecerías al viento y romperías la luna.
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Mansamente en silencio, ahíta de ternura, bebí luz de cristal entre los sueños, se me quebró en la entraña, me cortaba, y me quedé en tinieblas…
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Cuántas cosas he dicho, palabras que se arrancan por no llorar de rabia. Ya no puedo dormir sobre la misma almohada aunque los ojos sueñen; me repudio al decirlo, pero cualquier cosa es mejor a este avispero en llamas en que vivo
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Un río es una criatura viva por donde Dios hace correr el temblor maravillado de su esencia
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
pero, ¿cómo hendir la cuchilla para que despierte la conciencia y el amor nos ampare?
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Espera quieta, somos pasto donde la luz madura
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
¿Es que pronto no habrá una lágrima para mojar tu ausencia, una antorcha vehemente que te salve de tanta nieve oscura?
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
A veces los sentidos se alebrestan por una escala enigmática, fuera de la carne, y duele la lágrima de un niño que llora en cualquier parte del mundo. Duele el rostro caído de algún hombre, que desorbitado de dolor, vacila al filo de la muerte. Levanta en bríos, la furia de los cuerpos que en algún sitio se unen y hacen volar las vértebras de cuajo incendiando la noche.
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Conmueve la oración de un justo que se alza en éxtasis siguiendo el rastro de los ángeles. Sí, duele todo, como si en vivo afluente se vaciara al pecho, el mundo, colmándome. Y es entonces, cuando sin saber por qué, mi lengua se dilata y canta
Rafael Ramoshas quoted2 years ago
Palideció de angustia y salió bajo el sol del verano a calentarse. Ascendió a la luz —hay que saber tocarla—, le quemó las entrañas y acudió oveja mansa al agua para saciarse. Fue y apresó los vientos —devorador ingenuo de distancias—, le quebraron las piernas, y sin embargo ardía, se le ardían los labios, las pupilas…