Año 1850, Irlanda.
Ivette estaba en una tierra extranjera, era muy joven, sin madurar y, para colmo, ante esos irlandeses era Iván, el primo pequeño de Hans.
No sabía cuánto tiempo podría aguantar esa farsa o cuánto tardarían los habitantes del castillo en darse cuenta de que ella era una muchacha de quince años. Pero, sobre todo, no podía aguantar que ese hombre tan atractivo, el dueño del castillo El Águila Negra, la tratara de malas maneras; porque para John Connolly, ella era él. Un muchacho demasiado guapo, demasiado enclenque y demasiado sucio, y tendrían que hacerle un hombre de provecho, pues siendo así, con ese aspecto afeminado, no llegaría muy lejos.
Pero lo que no sabía la hermosa niña era que cuando ese hombre descubriera la verdad, se oirían sus rugidos en el profundo infierno y su porvenir quedaría en sus manos, disponiendo su futuro como él considerase oportuno.
Y lo que tampoco sabía, pues algo así ni se le pasó por la cabeza en momento alguno, es que cuando John Connolly descubriese la verdad… algo que había perdido tiempo atrás, pero que no estaba olvidado, se revolvería dentro de sus entrañas con más fuerza, con más violencia que nunca, provocando sentimientos muy superiores a lo vivido, a lo ya gozado.
Pero para que eso ocurriera, la preciosa Ivette tendría que madurar, crecer y esperar para que ese hombre la viera con otros ojos, para que ese hombre sintiera la llama del deseo devorando su interior y, también, la mordida de los celos.
Y para que la pequeña Ivette… descubra el secreto que oculta John Connolly.