Con frecuencia ocurre que los que tienen el poder son los menos capaces de ver cómo habría que ejercerlo. Pero esto no tiene por qué ser, al menos para las feministas, motivo de desesperanza. El feminismo es un movimiento. Siempre ha habido en él, siempre hay en él, personas para las que el poder sigue siendo inalcanzable: esas que no han ganado todavía, esas para las que ganar equivale, de momento, a sobrevivir. Es a esas mujeres, en la primera línea de fuego del poder, hacia las que tenemos que volver la mirada, y luego volvernos nosotras, y seguirlas.