En la genealogía del Mesías, que debía pertenecer al linaje de David, Mateo nombró solo a tres mujeres, en cuarenta y dos generaciones: Tamar, Ruth y Rajab. Una mujer que se había disfrazado de prostituta, una criada moabita, una prostituta que había acogido a dos espías. Mateo se refirió después a otra mujer, cuyo nombre no dijo: Betsabé, madre de Salomón. De ella solo dijo que «era de Urías». Los moabitas, descendientes del incesto de Lot, eran parientes enemigos. Rajab era una mujer de Canaán, la primera que encontraron dos hijos de Israel, enviados a explorar, en los alrededores del Jordán, en Jericó. Fue la madre de Booz, quien luego se unió a Ruth y engendró a Obed, que engendró a Jesé, padre de David. Las tres mujeres nombradas por Mateo vivieron en las generaciones anteriores a David. Después de ellas llegó solo la innominada Betsabé. Era como si, en la parte femenina de su ascendencia, el Mesías requiriese la más alta concentración de lo novelesco, lo exótico, lo erótico, lo clandestino.