Un panóptico (forma latinizada del griego panoptikón, que resulta de la unión de «pan», «todo», y «optikó», referido a la vista), que no se debe confundir con el modelo de edificio carcelario ideado por Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII, puede designar tanto un gabinete de curiosidades como uno de figuras de cera. Los gabinetes de curiosidades o cuartos de maravillas eran, en un principio, habitaciones o simples muebles en los que algunos nobles y burgueses de los siglos XVI, XVII y XVIII coleccionaban y exponían objetos exóticos traídos de todos los rincones de la tierra, una suerte de enciclopedias visuales que con el tiempo acabaron por convertirse en museos de historia natural, pasando antes en muchos casos por ser exhibidos en algún parque de atracciones o en galerías con pasajes comerciales como los de París, Viena o Berlín.
A estos panópticos Roth les dedicó bastante espacio en sus crónicas para los periódicos. Basta citar algún que otro título: «Filosofía del panóptico», «El cementerio del panóptico», «Panóptico en domingo», «Despedida del Panóptico de Castan» o «Clemenceau en el Panóptico». En ellos, además de celebridades y horrores en cera, reproducciones de personajes célebres del mundo entero y de cualquier profesión, en un sentido amplio, pues entre los inmortalizados había también asesinos múltiples o personajes del infierno, se podían contemplar, entre otros muchos objetos curiosos, narvales, caballitos de mar, huevos de avestruz, nautilus, todo tipo de caracolas, fósiles, colmillos de elefante, animales disecados, insectos… Facilitaban el conocimiento a las personas que no podían viajar, una gran mayoría.